12/21/2010
LA PARTE POR EL TODO 14
¿DÓNDE está esta figura? ¿A quién y qué representa? Demuestra que has viajado por esas tierras de Dios y cuéntanos qué está cambiando en las artes plásticas de la cristiandad occidental? Procura que la nieve no impida tu marcha.
Veo que la Navidad ha ralentizado vuestra marcha; no obstante, ahí están los infatigables peregrinos que nunca fallan. Emilio, Jacqueline, Sheila, Lorena y José Esteve... habrá un lugar en el cielo reservado para vosotros, estad seguros!
Y ahora, a lo que íbamos. La catedral de Reims (Francia, s. XIII) puede considerarse una de las obras cumbres de la arquitectura gótica francesa y, por extensión, europea. Se trata de uno de los ejemplos clásicos, de eso no hay duda; pero, más allá de su equilibrada arquitectura, de este viaje lo que más nos ha interesado es el extraordinario programa escultórico que embellece sus pórticos. Destacan, sobre todo, las escenas de la Anunciación y de la Visitación. Hay en estas figuras un nuevo naturalismo, un evidente gusto en la expresividad y los gestos de las figuras, que empiezan a individualizarse y a romper con la rigidez del pasado. El famoso arcángel San Gabriel, con su sonrisa, pasa a convertirse en el arquetipo de este nuevo lenguaje escultórico. Frente a la rigidez y estilización de las figuras en la época del románico, asistimos ahora a una "humanización" que irá dando mayor volumen a las figuras y movimiento a las composiciones. Frente al carácter conceptual de muchas de las esculturas de la época anterior, el escultor se recreará a partir de ahora en aquellos detalles técnicos que mejor expresen la nueva espiritualidad de la Baja Edad Media. Frente al Dios severo y justiciero que presidía los tímpanos y asustaba a las viejas (F. Villon, dixit), se va imponiendo una religiosidad más amorosa y femenina, si se me permite la expresión. La Virgen María y todo el ciclo iconográfico que representa su vida (Anunciación, Visitación, Piedad, Coronación y Ascensión, etc.), se convierte en el tema preferido para decorar los tímpanos y jambas de los pórticos. Una nueva escultura está naciendo por todas partes: en Francia, en Castilla, en Italia... cuando los escultores quieran reencontrarse con el viejo lenguaje naturalista no tendrán más remedio que vover a mirar las obras de la Antigüedad, que seguirán mostrando el camino a seguir. Pero de eso nos ocuparemos en otro momento.
12/09/2010
LA PARTE POR EL TODO 13
Las artes plásticas del románico se dirigen a la mente y al corazón del Hombre... ¿Has abierto el tuyo? ¿Estás dispuesto a recibir el latigazo del demonio? Investiga dónde se halla la sobrecogedora imagen y profundiza en su propósito y rasgos formales. El Juicio final está cerca, pecadores...
¡Ay peregrinos! hombres de poca fe, que sólo os dejáis engatusar por la cercanía de los exámenes. A lo largo del camino de Santiago hallamos numerosas abadías que recibían a los peregrinos... en los pórticos de sus iglesias, presidiendo el espacio central del tímpano de la fachada principal, un gigantesco Pantocrator da la bienvenida al peregrino. Estos tímpanos apocalípticos, a pesar de la diversa calidad técnica que presentan, son un buen exponente de la sensibilidad religiosa y estética de aquellos remotos siglos. El juicio final está cerca, así que no os distraeré con más recortes hasta que no hayáis superado ese trance. contemplad, en todo caso, la deliciosa y compleja composición del tímpano de la abadía de Santa fe de Conques.
LOS BESTIARIOS MEDIEVALES
En el diario INFORMACIÓN de hoy domingo (fue en 2009), Tomás Martínez Blasco, venerable arquitecto ilicitano y ensayista sobre las más variadas cuestiones artísticas, publica un interesante artículo sobre los Bestiarios medievales, esas inagotables y fértiles fantasías animadas y morales, que inspiraron a los artistas medievales en su didáctica misión moralizante. Lo cito literalmente:
"Me seduce hoy recrearme en los bestiarios medievales. Me parecen de pesadilla. Porque, cuando contemplamos los ornamentos esculpidos en piedra o miramos los libros miniados del arte gótico, parece como si se removieran, hinchándose de gritona fauna, los paneles decorados. Me los figuro como si sus miles de animales extraños los hubiese traído un viento salvaje. ¿Qué significan, pues, semejantes seres que animan fuentes o arboledas en los códices medievales? ¿Qué misterio nos traen esas fieras sañudas que trepan por los elementos arquitectónicos?
Dichos animales provienen de una literatura con temas y lugares poblados de leyendas y mitos; pero significaban, a su vez, vicios o virtudes perdurables. Digo más: representaban un equipaje ideológico donde cabían leyes morales que, a través del bestiario, eran expuestas al pueblo llano, el cual venía adoctrinado previamente, en su significado. Así, muchísimos animales fantásticos se extendieron por frontis, dinteles, gárgolas, archivoltas, capiteles y claves. El espacio constructivo convocó a una fauna vigorosa, creando vida en el ornamento románico, trayendo una energía sin freno tocada de sangre exótica.
No resulta fácil -contemplando estas imágenes intranquilizantes- entender sus claves explicatorias. Ya San Isidoro en sus Etimologías nos entrega alguno de tales significados. Del "grifo" nos dice: "Animal alado, cuadrúpedo. Esta clase de animal vivía en los montes hiperbóreos; tiene cuerpo de león y rostro de águila; son muy dañinos para los caballos y despedazan a los hombres que ven". Otros autores añaden más: su tamaño gigante es como de ocho leones y mantienen la fuerza de cien águilas. Pero aquí viene lo afirmativo: habitan en las fantásticas tierras del Preste Juan.
¿Qué nos evocan, pues, todas estas creencias? Que los fantásticos animales de los bestiarios fueron clasificados en positivos y negativos, de acuerdo a su capacidad de hacer daño o beneficiar al hombre. La Edad Media, sobre todo la relativa al tiempo románico, la sabemos poseída de un dualismo casi maniqueo. Nuestro mundo se convierte en campo de batalla en el que se dilucida el triunfo del Bien y el Mal. Y el personaje puesto en juego será el ser humano. Un hombre que allá en el fondo, tiene la ayuda de Dios y que podrá vencer al fin, siempre que sepa luchar tenazmente y sin desfallecimiento. Por eso, dentro de tan radical dualismo, habremos de sintetizar las representaciones halladas en los monasterios románicos: un bestiario, donde los animales son buenos o malos.
"La Clave", atribuida a Melitón de Sardes, apologista del siglo II fue una de las obras más usadas por los artistas; un tratado que daba explicación del bestiario, en lo referente a plantear imágenes del Bien y del Mal. Luego, Honorio de Autun, Felipe Thaon y otros escritores, completaron con compendios posteriores, este resumen de la fauna mítica. Y como tales obras circularon por toda Europa, se comprende que fueran sus historias bien aprovechadas por los artistas. Nunca el bestiario jugó un papel tan sustancialmente religioso en el arte del Medioevo.
En Silos encontramos capiteles donde luchan animales fantásticos de todo tipo: leones y dragones; águilas con cabeza leonina; aves con cuellos muy largos que se retuercen sobre sus patas; arpías con cabeza femenina cuerpo de ave y garras poderosas; seres positivos y negativos que brotan de unos posos de cultura cristiana o pagana; es decir que han sido decantados de soluciones ideológicas anteriores.
Pongo un ejemplo de dos animales semejantes, sacados del bestiario tradicional: las "arpías" y las "lamias". Ante ambas especies, cabe promover la siguiente pregunta: ¿Cómo se distinguen si son aparentemente iguales en su carácter maligno? Las "arpías" ya eran aves negativas situadas por Virgilio -uno de los autores clásicos más leído en este tiempo- a la entrada de los Infiernos. Su maldad consistía en ser raptoras de niños y de almas. Igualmente la "lamia" era otra ave que atraía cantando a los incautos a quienes devoraba (Religiosamente equivalía a la imagen de la tentación). Por eso en sus trazas, "arpías" y "lamias" se representaban con cuerpo de ave y cara de mujer. ¿Dónde encontrar, pues, la diferencia en tan ambigua identidad? Esta es la nota: la "lamia" tiene cuernecillos en la frente y le sale de la boca una serpiente -manera de recordarnos el diálogo tentador del Paraíso- lugar donde el demonio, con aspecto de culebra, engañó a la primera pareja.
No exagero, por tanto, si escribo que el secreto de los bestiarios se ha perdido entre la doctrina -hoy ignorada- del cristianismo que los impuso. Por lo cual, apenas puede el pueblo de nuestros días, reconstruir las claves de ese mapamundi medieval, donde pululan animales tan simbólicos. Paradójicamente muchos comentaristas sólo aplican, a estas especies fantásticas, el objetivo del terror. Así que se ha perdido el abolengo de aquella Iglesia naciente, peregrinante, porque se llamó a la época de los bestiarios con un despego supremo. ¡La edad de las tinieblas! ¡Una etapa de carnes hechas al dolor y con estampa de sociedad doliente! ¡Un mundo sin luces! "
Espero que pueda servir, también, de inspiración a aquellos que deseen profundizar en los bestiarios. No obstante, para refrescar he actualizado parte de los contenidos de una entrada antigua sobre el simbolismo en las artes plásticas del románico. Ahí va..
EL SIMBOLISMO EN LAS ARTES PLÁSTICAS ROMÁNICAS
El Bestiario real y fantástico
Procedente del mundo grecorromano, bizantino y persa, el bestiario fantástico se apodera del mundo románico no sin resistencias y críticas por pensadores de la época. Pero el románico sacraliza esta estética pagana convirtiendo a los animales -tanto reales como imaginarios- en portadores de virtudes o perversiones por lo que su aparición en capiteles, canecillos, tímpanos, etc. es reinventada y usada con sentido de enseñanza y advertencia.
Quizás es el bestiario fantástico el motivo escultórico que más interés genera entre nosotros y el que mayor efecto de intimidación provocaría en el hombre medieval. Generado por combinación de partes de animales diferentes, su estampa, en ocasiones atroz, se reforzaba mediante lucha con hombres indefensos, con el objetivo de conmover para renegar del pecado.
Aunque cualquier símbolo tiene dualidad de significados, incluso completamente opuestos, el románico usó ciertos animales con predilección para manifestar el bien y otros como formas del mal y del diablo.
Entre los primeros se encuentran fundamentalmente las aves en general, a menudo por comparación con el alma, ya que pueden ascender y alejarse de lo terrenal en busca del cielo, y en ocasiones se les representa picando sus patas para poder despegar de la tierra y poder volar hacia las alturas. Un ave especialmente representada como ejemplo del bien es la cigüeña, por su carácter de ave de buen agüero, además de ser monógama y comer serpientes (se le representa a menudo con una serpiente en su pico). También el león o el águila, por su fuerza y nobleza, suelen representar valores positivos, inclusive al propio Cristo. Es frecuente encontrar leones, águilas y grifos en las enjutas de las portadas, como guardianes del templo.
En la nómina de los animales frecuentemente relacionados con el mal solemos encontrar al mono, como caricatura grotesca del hombre, la serpiente, símbolo por antonomasia del pecado y del demonio, la liebre y el conejo asociados con la lujuria por su fertilidad, el jabalí y el cerdo por ser lujuriosos, sucios y perezosos, la cabra, el macho cabrío, etc.
Dentro del bestiario fantástico existen animales empleados con carácter positivo, como los grifos (cabeza y alas de águila con cuerpo de león) que dada su combinación de partes de animales nobles se usan, como se ha indicado, como guardianes en las entradas (puertas y ventanas) de las iglesias. Sin embargo, la nómina de animales fantásticos maléficos es mucho más amplia. Los dragones son los más genuinos enemigos de Dios y el hombre. Su representación en el románico se aleja de las formas que las leyendas nórdicas de siglos posteriores han hecho llegar hasta nuestros días. El dragón románico es una ave con cabeza perruna de grandes ojos y cuencas profundas, con orejas puntiagudas y alargadas fauces amenazantes. Su cola es de serpiente y en ocasiones en lugar de patas de ave muestra pezuñas.
Otros animales maléficos son la arpía (cuerpo de rapaz, busto femenino -aunque en ocasiones también masculino- y con frecuencia, cola de serpiente) y la sirena (cuerpo femenino y cola o colas de pez), ambas representando la seducción y atrapamiento por los placeres carnales.
Los basiliscos (cabeza monstruosa con cresta de gallo con cuerpo y cola de serpiente) son los encargados de transportar las almas de los condenados al infierno. Los centauros (cabeza y tronco humanos y resto de caballo o equino) simbolizan la brutalidad y lujuria y con frecuencia se les representa con arco y flecha disparando a sirenas.
"Me seduce hoy recrearme en los bestiarios medievales. Me parecen de pesadilla. Porque, cuando contemplamos los ornamentos esculpidos en piedra o miramos los libros miniados del arte gótico, parece como si se removieran, hinchándose de gritona fauna, los paneles decorados. Me los figuro como si sus miles de animales extraños los hubiese traído un viento salvaje. ¿Qué significan, pues, semejantes seres que animan fuentes o arboledas en los códices medievales? ¿Qué misterio nos traen esas fieras sañudas que trepan por los elementos arquitectónicos?
Dichos animales provienen de una literatura con temas y lugares poblados de leyendas y mitos; pero significaban, a su vez, vicios o virtudes perdurables. Digo más: representaban un equipaje ideológico donde cabían leyes morales que, a través del bestiario, eran expuestas al pueblo llano, el cual venía adoctrinado previamente, en su significado. Así, muchísimos animales fantásticos se extendieron por frontis, dinteles, gárgolas, archivoltas, capiteles y claves. El espacio constructivo convocó a una fauna vigorosa, creando vida en el ornamento románico, trayendo una energía sin freno tocada de sangre exótica.
No resulta fácil -contemplando estas imágenes intranquilizantes- entender sus claves explicatorias. Ya San Isidoro en sus Etimologías nos entrega alguno de tales significados. Del "grifo" nos dice: "Animal alado, cuadrúpedo. Esta clase de animal vivía en los montes hiperbóreos; tiene cuerpo de león y rostro de águila; son muy dañinos para los caballos y despedazan a los hombres que ven". Otros autores añaden más: su tamaño gigante es como de ocho leones y mantienen la fuerza de cien águilas. Pero aquí viene lo afirmativo: habitan en las fantásticas tierras del Preste Juan.
¿Qué nos evocan, pues, todas estas creencias? Que los fantásticos animales de los bestiarios fueron clasificados en positivos y negativos, de acuerdo a su capacidad de hacer daño o beneficiar al hombre. La Edad Media, sobre todo la relativa al tiempo románico, la sabemos poseída de un dualismo casi maniqueo. Nuestro mundo se convierte en campo de batalla en el que se dilucida el triunfo del Bien y el Mal. Y el personaje puesto en juego será el ser humano. Un hombre que allá en el fondo, tiene la ayuda de Dios y que podrá vencer al fin, siempre que sepa luchar tenazmente y sin desfallecimiento. Por eso, dentro de tan radical dualismo, habremos de sintetizar las representaciones halladas en los monasterios románicos: un bestiario, donde los animales son buenos o malos.
"La Clave", atribuida a Melitón de Sardes, apologista del siglo II fue una de las obras más usadas por los artistas; un tratado que daba explicación del bestiario, en lo referente a plantear imágenes del Bien y del Mal. Luego, Honorio de Autun, Felipe Thaon y otros escritores, completaron con compendios posteriores, este resumen de la fauna mítica. Y como tales obras circularon por toda Europa, se comprende que fueran sus historias bien aprovechadas por los artistas. Nunca el bestiario jugó un papel tan sustancialmente religioso en el arte del Medioevo.
En Silos encontramos capiteles donde luchan animales fantásticos de todo tipo: leones y dragones; águilas con cabeza leonina; aves con cuellos muy largos que se retuercen sobre sus patas; arpías con cabeza femenina cuerpo de ave y garras poderosas; seres positivos y negativos que brotan de unos posos de cultura cristiana o pagana; es decir que han sido decantados de soluciones ideológicas anteriores.
Pongo un ejemplo de dos animales semejantes, sacados del bestiario tradicional: las "arpías" y las "lamias". Ante ambas especies, cabe promover la siguiente pregunta: ¿Cómo se distinguen si son aparentemente iguales en su carácter maligno? Las "arpías" ya eran aves negativas situadas por Virgilio -uno de los autores clásicos más leído en este tiempo- a la entrada de los Infiernos. Su maldad consistía en ser raptoras de niños y de almas. Igualmente la "lamia" era otra ave que atraía cantando a los incautos a quienes devoraba (Religiosamente equivalía a la imagen de la tentación). Por eso en sus trazas, "arpías" y "lamias" se representaban con cuerpo de ave y cara de mujer. ¿Dónde encontrar, pues, la diferencia en tan ambigua identidad? Esta es la nota: la "lamia" tiene cuernecillos en la frente y le sale de la boca una serpiente -manera de recordarnos el diálogo tentador del Paraíso- lugar donde el demonio, con aspecto de culebra, engañó a la primera pareja.
No exagero, por tanto, si escribo que el secreto de los bestiarios se ha perdido entre la doctrina -hoy ignorada- del cristianismo que los impuso. Por lo cual, apenas puede el pueblo de nuestros días, reconstruir las claves de ese mapamundi medieval, donde pululan animales tan simbólicos. Paradójicamente muchos comentaristas sólo aplican, a estas especies fantásticas, el objetivo del terror. Así que se ha perdido el abolengo de aquella Iglesia naciente, peregrinante, porque se llamó a la época de los bestiarios con un despego supremo. ¡La edad de las tinieblas! ¡Una etapa de carnes hechas al dolor y con estampa de sociedad doliente! ¡Un mundo sin luces! "
Espero que pueda servir, también, de inspiración a aquellos que deseen profundizar en los bestiarios. No obstante, para refrescar he actualizado parte de los contenidos de una entrada antigua sobre el simbolismo en las artes plásticas del románico. Ahí va..
EL SIMBOLISMO EN LAS ARTES PLÁSTICAS ROMÁNICAS
El Bestiario real y fantástico
Procedente del mundo grecorromano, bizantino y persa, el bestiario fantástico se apodera del mundo románico no sin resistencias y críticas por pensadores de la época. Pero el románico sacraliza esta estética pagana convirtiendo a los animales -tanto reales como imaginarios- en portadores de virtudes o perversiones por lo que su aparición en capiteles, canecillos, tímpanos, etc. es reinventada y usada con sentido de enseñanza y advertencia.
Quizás es el bestiario fantástico el motivo escultórico que más interés genera entre nosotros y el que mayor efecto de intimidación provocaría en el hombre medieval. Generado por combinación de partes de animales diferentes, su estampa, en ocasiones atroz, se reforzaba mediante lucha con hombres indefensos, con el objetivo de conmover para renegar del pecado.
Aunque cualquier símbolo tiene dualidad de significados, incluso completamente opuestos, el románico usó ciertos animales con predilección para manifestar el bien y otros como formas del mal y del diablo.
Entre los primeros se encuentran fundamentalmente las aves en general, a menudo por comparación con el alma, ya que pueden ascender y alejarse de lo terrenal en busca del cielo, y en ocasiones se les representa picando sus patas para poder despegar de la tierra y poder volar hacia las alturas. Un ave especialmente representada como ejemplo del bien es la cigüeña, por su carácter de ave de buen agüero, además de ser monógama y comer serpientes (se le representa a menudo con una serpiente en su pico). También el león o el águila, por su fuerza y nobleza, suelen representar valores positivos, inclusive al propio Cristo. Es frecuente encontrar leones, águilas y grifos en las enjutas de las portadas, como guardianes del templo.
En la nómina de los animales frecuentemente relacionados con el mal solemos encontrar al mono, como caricatura grotesca del hombre, la serpiente, símbolo por antonomasia del pecado y del demonio, la liebre y el conejo asociados con la lujuria por su fertilidad, el jabalí y el cerdo por ser lujuriosos, sucios y perezosos, la cabra, el macho cabrío, etc.
Dentro del bestiario fantástico existen animales empleados con carácter positivo, como los grifos (cabeza y alas de águila con cuerpo de león) que dada su combinación de partes de animales nobles se usan, como se ha indicado, como guardianes en las entradas (puertas y ventanas) de las iglesias. Sin embargo, la nómina de animales fantásticos maléficos es mucho más amplia. Los dragones son los más genuinos enemigos de Dios y el hombre. Su representación en el románico se aleja de las formas que las leyendas nórdicas de siglos posteriores han hecho llegar hasta nuestros días. El dragón románico es una ave con cabeza perruna de grandes ojos y cuencas profundas, con orejas puntiagudas y alargadas fauces amenazantes. Su cola es de serpiente y en ocasiones en lugar de patas de ave muestra pezuñas.
Otros animales maléficos son la arpía (cuerpo de rapaz, busto femenino -aunque en ocasiones también masculino- y con frecuencia, cola de serpiente) y la sirena (cuerpo femenino y cola o colas de pez), ambas representando la seducción y atrapamiento por los placeres carnales.
Los basiliscos (cabeza monstruosa con cresta de gallo con cuerpo y cola de serpiente) son los encargados de transportar las almas de los condenados al infierno. Los centauros (cabeza y tronco humanos y resto de caballo o equino) simbolizan la brutalidad y lujuria y con frecuencia se les representa con arco y flecha disparando a sirenas.