4/29/2010
LA PARTE POR EL TODO: LA CONDESA DE CHINCHÓN
Después de una intensa búsqueda, algunos de vosotros habéis localizado este magnífico y delicado retrato, con el que el genial Goya demuestra la profunda ternura y cariño que siente hacia esta joven aristócrata. No cabe duda de que nos hallamos ante uno de sus más profundos retratos, el de factura más suelta y libre, de pincelada casi impresionista. Pero dejemos que hablen los que saben....
"El retrato de la Condesa de Chinchón es posiblemente el más bello y delicado de los pintados por Goya. Quizá venga motivado por el conocimiento de la modelo desde que era pequeña ya que María Teresa de Borbón y Vallábriga era la hija menor del infante don Luis, el primer mecenas del maestro. Goya sentía gran aprecio y cariño por la joven, casada por intereses varios con Manuel Godoy, el poderoso valido de Carlos IV.
La Condesa tiene 21 años, después de tres años de matrimonio, y se presenta embarazada de su primera hija, la infanta Carlota. Está sentada en un sillón de época y lleva una corona de espigas en la cabeza - símbolo de su preñez - y un anillo camafeo en el que se intuye el busto de su marido. La luz ilumina plenamente la delicada figura, resbalando sobre el traje de tonos claros, creando un especial efecto atmosférico que recuerda a las últimas obras de Velazquez. A su alrededor no hay elementos que aludan a la estancia, reforzándose la idea de soledad que expresa el bello rostro de la joven. Y es que Goya concentra toda su atención en el carácter tímido y ausente de María Teresa, animando al espectador a admirarla de la misma manera que hacía él mismo. La factura empleada es cada vez más suelta, formando los volúmenes con manchas de luz y color, como observamos en las rodillas que se intuyen bajo el vestido. No debemos olvidar la importante base de dibujo que presenta, especialmente el rostro. La gama de colores cálidos con la que trabaja otorgan mayor delicadeza y elegancia a la figura que, al igual que el pintor, murió en el exilio, ambos en el año 1828. Sin duda, es una pieza clave en la producción del aragonés."
Fuente: ARTEHISTORIA
4/22/2010
LA PARTE POR EL TODO
Estudio de Inocencio X, de Francis Bacon, 1962
El retrato que Velázquez pintó del Papa Inocencio X durante su segundo viaje a Italia (1649-1651), ha ejercido una profunda fascinación en artistas posteriores. La penetrante mirada y el gesto firme del papa poco tienen que ver con el tópico del pastor de almas de mirada benévola y gesto compasivo. Velázquez pintó al hombre de estado, no al jefe de la Iglesia Católica, aunque también. El vicario de Cristo en la Tierra no es el cordero que se entrega mansamente al sacrificio, sino uno de los hombres más poderosos de su época; tal vez por esa razón el Papa quedó turbado ante la franqueza que el pintor supo arrancarle. Una franqueza que carecía de adulación, como era norma en los retratos de la época. La obra, como es evidente, traspasa todos los límites del género; la pompa y circunstancias que rodean la figura del Papa quedan difuminadas, a pesar de la intensidad del rojo sobre rojo que impregna toda la obra, ante la severidad del retrato y su profundo realismo. El Pontífice no dejó de reconocer, a pesar de ese "pequeño" contratiempo, la calidad del pintor sevillano, por lo que fue obsequiado por éste con una medalla y una cadena de oro.
Francis Bacon, pintor angloirlandés fallecido en 1992, realizó uno cuarenta retratos-variaciones del realizado por Velázquez sobre Inocencio X. El carácter atormentado y desgarrado de este pintor se aprecia en el modo en que "recrea" la imagen del papa, llena de fuerza y dramatismo. En sus variaciones el rostro y la figura se deforman para acentuar la expresividad del personaje. de la boca entreabierta parece surgir un grito de horror que poco tiene que ver con el Papa y sí con las angustias y zozobras personales del artista. Bacon se adscribe a las corrientes figurativas expresionistas del s. XX, desarrolladas después de la Segunda Guerra Mundial.
El retrato que Velázquez pintó del Papa Inocencio X durante su segundo viaje a Italia (1649-1651), ha ejercido una profunda fascinación en artistas posteriores. La penetrante mirada y el gesto firme del papa poco tienen que ver con el tópico del pastor de almas de mirada benévola y gesto compasivo. Velázquez pintó al hombre de estado, no al jefe de la Iglesia Católica, aunque también. El vicario de Cristo en la Tierra no es el cordero que se entrega mansamente al sacrificio, sino uno de los hombres más poderosos de su época; tal vez por esa razón el Papa quedó turbado ante la franqueza que el pintor supo arrancarle. Una franqueza que carecía de adulación, como era norma en los retratos de la época. La obra, como es evidente, traspasa todos los límites del género; la pompa y circunstancias que rodean la figura del Papa quedan difuminadas, a pesar de la intensidad del rojo sobre rojo que impregna toda la obra, ante la severidad del retrato y su profundo realismo. El Pontífice no dejó de reconocer, a pesar de ese "pequeño" contratiempo, la calidad del pintor sevillano, por lo que fue obsequiado por éste con una medalla y una cadena de oro.
Francis Bacon, pintor angloirlandés fallecido en 1992, realizó uno cuarenta retratos-variaciones del realizado por Velázquez sobre Inocencio X. El carácter atormentado y desgarrado de este pintor se aprecia en el modo en que "recrea" la imagen del papa, llena de fuerza y dramatismo. En sus variaciones el rostro y la figura se deforman para acentuar la expresividad del personaje. de la boca entreabierta parece surgir un grito de horror que poco tiene que ver con el Papa y sí con las angustias y zozobras personales del artista. Bacon se adscribe a las corrientes figurativas expresionistas del s. XX, desarrolladas después de la Segunda Guerra Mundial.