Ya se acerca la navidad, fechas de recogimiento familiar y consumismo desaforado (hay que salir de la crisis consumiendo para que aumente el PIB!); pero hubo un tiempo en que los hombres y las mujeres se retiraban del mundo y se recogían en grandiosas abadías para cultivar su espíritu.
¿Dónde está ésta que te presento algo mutilada? ¿Qué la hace tan grandiosa? ¿Qué características constructivas la hacen tan interesante y peculiar? No te dejes amilanar por el frío y la nieve, recoge tu capa de peregrino y sal en su búsqueda...
Ni la nieve ni el caudaloso Rhin os detiene, peregrinos...
Aunque esta vez resultaba un poco más laboriosa la búsqueda, seguro que su hallazgo ha merecido la pena ¿no?
Esta magnífica abadía del s. XI es uno de los más destacados ejemplos del románico en tierras germanas. La solidez y austeridad de su construcción, la claridad geométrica de sus volúmenes, la limpieza de sus muros exteriores, con la armónica combinación de colores y texturas que proporciona el empleo de diferentes materiales, así como el idílico paisaje donde se levanta, la convierten en una gozosa experiencia artística. Cuando penetramos en el interior del templo y avanzamos por la nave central, con sus elegantes arcadas soteniendo los arcos fajones que soportan la bóveda de medio cañón, nos hallamos inmersos en la típica atmósfera de recogimiento e iluminación que nos empujará hacia el presbiterio; allí, en lo alto de la bóveda de cuarto de esfera que cubre el ábside, el Pantocrátor nos mirará severamente pero con los brazos abiertos. Nos juzgará y nos acogerá en su seno... o no, si hemos sido malos. Fijáos en la tradición bizantina que inspira esta imagen y no paséis por alto el influjo lombardo (norte de Italia) en la animación exterior de los muros de la abadía. Todo en ella proclama la solidez de la institución eclesiástica, su vocación eterna. Es el triunfo de la Iglesia militante, refugio espiritual y fortaleza de la fe frente a las incertidumbres y miserias de este mundo.
Aunque esta vez resultaba un poco más laboriosa la búsqueda, seguro que su hallazgo ha merecido la pena ¿no?
Esta magnífica abadía del s. XI es uno de los más destacados ejemplos del románico en tierras germanas. La solidez y austeridad de su construcción, la claridad geométrica de sus volúmenes, la limpieza de sus muros exteriores, con la armónica combinación de colores y texturas que proporciona el empleo de diferentes materiales, así como el idílico paisaje donde se levanta, la convierten en una gozosa experiencia artística. Cuando penetramos en el interior del templo y avanzamos por la nave central, con sus elegantes arcadas soteniendo los arcos fajones que soportan la bóveda de medio cañón, nos hallamos inmersos en la típica atmósfera de recogimiento e iluminación que nos empujará hacia el presbiterio; allí, en lo alto de la bóveda de cuarto de esfera que cubre el ábside, el Pantocrátor nos mirará severamente pero con los brazos abiertos. Nos juzgará y nos acogerá en su seno... o no, si hemos sido malos. Fijáos en la tradición bizantina que inspira esta imagen y no paséis por alto el influjo lombardo (norte de Italia) en la animación exterior de los muros de la abadía. Todo en ella proclama la solidez de la institución eclesiástica, su vocación eterna. Es el triunfo de la Iglesia militante, refugio espiritual y fortaleza de la fe frente a las incertidumbres y miserias de este mundo.