11/21/2012

EL ARTE ISLÁMICO: CLAVES HISTÓRICAS DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA.

















EL ARTE ISLÁMICO: PRESENCIA E INFLUENCIA EN OCCIDENTE.
CONDICIONANTES HISTÓRICOS

El surgimiento de la civilización islámica tiene su origen en el impulso de la nueva religión predicada por Mahoma (571-632) y su capacidad de unificar a los pueblos nómadas del interior de la península de Arabia con los habitantes de las ciudades costeras del Yemen y de la franja litoral del Mar Rojo. Mahoma galvaniza algunas vivencias extendidas entre los pueblos del desierto (reconocimiento de la ciudad santa de La Meca, hábito de emprender peregrinaciones, culto a dioses locales, papel dirigente de una tribu concreta, etc.) y comienza en La Meca la predicación de una fe que reúne verdades de estirpe judaica y zoroástrica, junto a ancestrales prácticas de las tribus árabes. El credo predicado por Mahoma trataba de armonizar el mantenimiento de ciertos valores ligados a la vida nómada con una nueva fórmula religiosa que respondiera a las exigencias del nuevo género de vida surgido del comercio y el carácter urbano de la civilización que estaba formándose en torno a ciudades como Medina, corazón de las rutas caravaneras que unían, a través del desierto, oriente y occidente. Entre estos viejos valores estaban el patriarcado dentro de un sistema de relaciones tribales y la obligación de seguir ciertas prescripciones dietéticas. El rechazo de su propia ciudad le obliga en el año 622 a protagonizar la Hégira o huida hacia Medina, acontecimiento que servirá de punto de partida para la cronología musulmana.
A la muerte de Mahoma el Estado teocrático fundado por él se extendió rápidamente por toda Arabia, Siria, Persia y Egipto. En su expansión los musulmanes adoptan y nacionalizan las formas vigentes en las tierras conquistadas, rebosantes de reliquias del arte romano, bizantino, persa, visigodo, etc. Así se explica el hecho de que una religión surgida en el desierto incorpore con decisión bellas formas para sus lugares de culto.

Podemos establecer dos etapas para los primeros tiempo de expansión y consolidación de la civilización islámica clásica, que coinciden con el reinado de las dos primeras dinastías que lograron mantener unido el imperio árabe:

1. El período de la dinastía Omeya (el Califato Omeya 661-750). Las conquistas más espectaculares se produjeron hacia occidente, pues tras someter a los bereberes norteafricanos, el camino hacia la península Ibérica quedó franco. Las disensiones entre las distintas facciones visigodas facilitarían la penetración y rápida conquista en el año 711 del reino visigodo por parte de los árabes. La expansión musulmana en occidente será frenada por los francos en 731, en la batalla de Poitiers, fijándose en los Pirineos el límite máximo de progresión islámica en occidente. En la primera mitad del s. VIII se estabilizaron las fronteras políticas de lo que será el mundo musulmán clásico, donde se asentará su civilización y, por tanto, también su arte. Damasco, la capital de Siria, convertida en el centro político del imperio árabe será, también, su principal centro creador.

2. El período Abbasi (el Califato Abbasi 79-945), en esta segunda época las fronteras políticas dejan de coincidir con las fronteras religiosas, pues hay territorios como Al-Andalus, el Norte de África y las zonas ocupadas de la India, que escapan a la autoridad política del califa. La capital se ha trasladado de Damasco a Bagdad (la actual capital de Irak) y la influencia persa crece de forma notable en la cultura y el arte islámico.

La evolución política posterior, especialmente la preponderancia que tendrán las dinastías turcas, tendrá una profunda influencia en el ámbito cultural y artístico. Geográficamente el Islam llegará hasta las lejanas tierras de Indonesia por oriente, después de haber penetrado el centro del continente asiático y el africano. El Islam sigue siendo, aún hoy, una religión en expansión a escala mundial.

El Islam Como sucede con el cristianismo, el Islam pertenece a una nueva generación de religiones que no tiene una base tribal, sino que se dirige al individuo. Pero quizás va más lejos en su ruptura con las viejas fórmulas religiosas al suprimir el sacerdocio o, lo que es lo mismo, predicar el sacerdocio universal. La liturgia, por tanto, se reduce a la oración individual y su instrumental sencillamente no existe. Una fe de contenidos simples y abstractos a los que corresponderá un arte que se puede definir con los mismos adjetivos. Mahoma asumió la tradición monoteísta hebraica, incluyéndose él mismo en la nómina de profetas como el último y definitivo portavoz del mensaje divino. Como otros profetas, la tradición refiere su ascensión al cielo desde una roca situada en el lugar donde estuvo el templo de Salomón. La construcción de la Cúpula de la Roca (669) constituyó, pues, un gesto de apropiación simbólica de un lugar sagrado para judíos y cristianos, reafirmando con ello el carácter superador que tenía el Islam en relación con la tradición judeocristiana. Mahoma se considera, por tanto, un profeta divino que viene a culminar la labor de los profetas del antiguo Testamento hebreo y del propio Jesucristo.
Mahoma es un coreichita de La Meca y desde muy joven se dedica al comercio, despreciando a los nómadas del desierto. Su mente estaba impresionada por la barbarie de los árabes y por el pasado esplendor de las culturas sabeas, de las cuales La Meca era un eco apagado. Como todos los semitas se siente empequeñecido ante Dios. Esta pequeñez humana ante el poder absoluto de Dios es quizás un resultado natural de la psicología del desierto (en el que han surgido todas las grandes religiones monoteístas).
Mahoma acepta el monoteismo hebreo y cristiano (las religiones del Libro, la Biblia), como base de su nueva religión.
El Dios de los árabes recibe el nombre de Alá
. Las revelaciones en forma de máximas o aforismos que Mahoma recibía cuando caía en éxtasis, fueron recogidas por sus discípulos y recopiladas bajo el título de Al-Koram. Este libro recuerda el Talmud judío y los Evangelios apócrifos. La doctrina de Mahoma es muy sencilla. Un monoteísmo universal reducido a sus elementos más simples. La vida futura (el paraíso) que promete esta religión está dibujada con imágenes materiales, especie de dibujos placenteros u horribles de fácil captación para los rudos beduinos del desierto. Sus preceptos no pueden ser más simples: hermandad, ayuda mutua y limosna, en el campo social; abluciones, oración (cinco veces al día en dirección a La Meca) y prohibiciones dietéticas, en el campo individual. Mahoma siguió fiel a la peregrinación a La Meca y a la “Piedra Negra”, que se interpretó como un anticipo de la revelación monoteísta. Abraham fue considerado fundador de la Kaaba y se entroncó la religión musulmana desde el bastardo Ismael, separándola de la descendencia de Isaac, que dio lugar al pueblo hebreo. El nombre que tomó esta religión, Islam, significa “abandono a la voluntad de Dios” y resulta significativa de la esencia providencialista y fatalista de estas creencias. Los fieles del Islam, se llaman “muslimes” o musulmanes (sometidos). Mahoma concibe la “Guerra Santa” (Yihad) como una forma de combate interior e individual contra el mal, pero también como un medio para facilitar la expansión del Islam a través de las armas. Se siente un instrumento fatal en las manos de Dios, llamado a difundir por todo el mundo su religión, por la fuerza incluso si era rechazada. El entusiasmo religioso que despertó esta religión, uno de cuyos ideales era morir en combate, hizo invencible al ejército árabe en los primeros tiempos. En la actualidad el auge del integrismo islámico (la variante más fanática del Islam) ha revitalizado este entusiasmo a través de los terroristas suicidas que, al morir en combate según su propia percepción, se convierten en mártires y, por tanto, van directamente al paraíso islámico.
El Corán no es sólo un libro religioso, sino que regula toda la vida musulmana y es el código fundamental de los musulmanes. Está dividido en 114 Suras o apartados. El otro libro que recoge la tradición es la “Sunna”, recopilada por el teólogo Al-Bochari. Las obligaciones de los musulmanes son el ayuno, prescrito desde el alba hasta la puesta del sol, durante el mes del Ramadán, noveno mes del año lunar árabe; la limosna y la hospitalidad para con todos los musulmanes y los extranjeros; la ablución (limpieza y purificación), la oración cinco veces al día y la peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida, de todo musulmán piadoso. Permite la poligamia y prohibe algunas comidas, como el cerdo, el alcohol, etc.
Las dos grandes sectas o corrientes musulmanas están relacionadas con las diferentes interpretaciones que se producen del mensaje de Mahoma tras su muerte. La Sunnita u ortodoxa, partidarios de la familia Omeya, aceptaban el Corán y la Sunna. Sus partidarios pertenecían a las clases ricas de Arabia y de los nuevos países conquistados. La Shiíta, no aceptaban la Sunna y creían que la interpretación del Corán (al que añadían un capítulo enalteciendo la personalidad de Alí, yerno del Profeta Mahoma, al que se mitifica), debía de hacerla un personaje, el mejor musulmán, un imán, que debía buscarse entre los descendientes directos de Mahoma. Contaron con el apoyo de las clases populares y eran partidarios de una visión más rigorista de as normas que contiene el Corán; geográficamente enraizaron en el actual Irán, la antigua Persia. Actualmente la mayoría de los musulmanes son sunnitas; los shiítas dominan el actual Irán (donde existe un régimen teocrático controlado por los ayatolahs, el clero musulmán) y están esparcidos por diferentes regiones del próximo oriente.
La expansión del Islam entre los árabes y entre los pueblos que posteriormente se islamizaron, se debió tanto a los frutos de la predicación como a la guerra. Islam en árabe significa sumisión y, generalmente, al sometimiento militar sucedía la conversión religiosa, favorecida por las ventajas socioeconómicas que el nuevo estado ofrecía a quienes se sometían al Islam. Este hecho, junto al perfil igualitario de la comunidad religiosa (Umma), explican su rápida difusión, especialmente entre las clases populares del creciente fértil, primero, y de amplias regiones de las zonas áridas de Asia y África, después.
Los musulmanes copiaron gran parte de sus órganos de gobierno de Persia y Bizancio. El poder central era absoluto y teocrático y descansaba en la persona del “Califa”, que es el jefe político y religioso de los musulmanes. Esta unión del poder político y religioso es uno de los elementos que todavía hoy dificultan la modernización política y social de las sociedades musulmanas, debido a la gran influencia que tiene el clero islámico en todas las esferas de la vida social, política y cultural. El ejemplo reciente del régimen Talibán en Afganistán, o el régimen islámico de Irán, son claros ejemplos de este fenómeno.

La expansión del Islam en occidente: la España musulmana. En su expansión hacia occidente, los musulmanes árabes y sirios desembarcan en tarifa en el año 711 y vencen a los visigodos en la batalla de Guadalete. No son más de 35.000, pero conquistan con relativa rapidez el reino Visigodo, muy debilitado por las luchas internas. Los nuevos invasores predican la igualdad, liberan a los siervos y se muestran tolerantes con la religión de sus pobladores. Muchos cristianos mantuvieron sus creencias bajo el poder político musulmán, fueron los mozárabes, aunque la mayoría de la población hispanogoda acabaría convirtiéndose a la nueva religión.
Del año 711 al 756, la península, que empieza a ser llamada Al-Andalus, será gobernada por emires (gobernadores) dependientes del Califa Omeya de Damasco. El año 756 Abderramán I, un príncipe Omeya, que escapó de la matanza de Abu Abbas (el nuevo califa del Imperio Árabe que trasladará su capital a Bagdad), se instala y apodera del emirato de Al-Andalus, cuya capital era Córdoba, titulándose emir independiente. En 911, Abderramán III, descendiente suyo, se proclama califa, independizándose totalmente de Bagdad. Durante el emirato aún se reconocía la supremacía religiosa del califa de Bagdad; a partir de este momento, se rompe la unidad religiosa del Imperio Árabe. El siglo X coincide con el momento de mayor esplendor del Califato Cordobés. Sus sucesores Al-Hakan II, Hixem II, etc. prolongan el esplendor hispanomusulmán hasta el año 1031, en que el califato se fragmenta en multitud de reinos independientes llamados “taifas”. Esta fragmentación de Al-Andalus impulsará la expansión de los pequeños reinos cristianos (Reino Astur-Leonés, Navarra, Castilla, Aragón, etc.) que se habían ido consolidando en el norte de la península Ibérica, y que pronto se emanciparán de la tutela cordobesa. Esta expansión se producirá hacia el sur, aprovechando la tierra de nadie que existía en torno al valle del río Duero. Los historiadores cristianos llamaron a esta conquista, “Reconquista” por considerar que estaban restaurando la unidad política del desaparecido reino visigodo, pero en realidad nada tenía que ver con aquello. Eran otros tiempos, pero como elemento justificador y legitimador de la expansión cristiana venía muy bien.
Durante los siglos XII y XIII Al-Andalus se vió reforzado por la llegada de los Almorávides, primero, y de los Almohades, después, que intentaron, sin éxito, frenar el avance cristiano hacia el sur. En el año 1212, en la batalla de las Navas de Tolosa, los almohades fueron derrotados definitivamente por una coalición de reinos cristianos. El final de al-Andalusreino nazarí de Granada, en la Andalucía oriental, que todavía logrará mantener un simulacro de reino independiente hasta el año 1492 cuando los Reyes Católicos (que había unido las dinastías reinantes en Castilla y Aragón), decidieron conquistar definitivamente este reino. Se ponía fin a una etapa que se había iniciado con la llegada de las tropas de Tariq en el año 711. Desde el punto de vista artístico distinguiremos dos etapas o momentos claramente diferenciados: el arte de época califal, centrado en las realizaciones cordobesas; y el arte nazarí, centrado en el palacio de la Alhambra de Granada.

Durante ocho siglos la presencia del Islam en occidente servirá para consolidar el legado de las grandes civilizaciones de la antigüedad y difundirlo a todo occidente. La filosofía griega, la ciencia, la medicina, las matemáticas, etc. recibirán un extraordinario impulso en la civilización islámica, que sabrá adoptar como propia la cultura de los pueblos sometidos y dotarla de un nuevo impulso. Síntesis y puente de civilizaciones es la mejor definición que cabe hacer de esta época clásica de la civilización islámica.
No obstante, su supervivencia como realidad política estaba condenada. La expansión de la Corona de Castilla por la Baja Andalucía, la consolidación del reino de Portugal al oeste, y la expansión levantina de la Corona de Aragón, redujeron la presencia política musulmana al reino Nazarí de Granada que, desde el s. XIII, se convertirá en un reino islámico amenazado, logrando alcanzar las postrimerías del s. XV, hasta que superadas las rivalidades civiles que habían enfrentado a los reinos cristianos peninsulares, Castilla se lanzó a la definitiva conquista del reino de Granada, que sucumbirá en 1492, el mismo año en que las naves que Colon comandaba, alcanzaron las costas del continente americano. Una nueva era empezaba y parecía que los musulmanes hispanos no estaban invitados a ella.

2 comentarios:

  1. Anónimo2:29 a. m.

    muy bueno,pero una consulta??yo necesito las 5 escuelas de arte islamico a que se refiere!???al coran,etc,etc,no entiendo.gracias!!!

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  2. Lamento no poder ayudarle con un comentario experto. De forma general, puede referirse a los diversos focos del arte islámico a lo largo de la Historia. El arte islámico presenta rasgos semejantes en toda la geografía de esta civilización; no obstante, es posible detectar diferencias si examinamos los siguientes focos: el arte islámico de los primeros tiempos (foco sirio-arábigo), el arte de la época abasí (foco iraquí-iraní), el arte islámico de la india (foco mogol, incluido), el arte islámico turco, el arte hispanomusulmán, etc. Son sólo ejemplos de la diversidad que podemos hallar en esta civilización que se aglutina en torno a la religión islámica.

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