La pintura barroca española.
Podemos señalar las siguientes características ya recogidas en el mapa conceptual visual:
- El mecenazgo de la Corte y la Iglesia.
- Ausencia de lo heroico y los tamaños superiores al natural.
- Se prefiere un equilibrado
naturalismo, se opta por la composición
sencilla y nada teatral o escenográfica.
- Predominio de la temática religiosa, especialmente en su expresión
ascética o mística, tratada con sencillez y credibilidad.
- Ausencia de sensualidad.
- Influencia del realismo y del tenebrismo de
origen italiano.
- Otros temas son el retrato, la mitología, el bodegón, sobre todo en
Zurbarán y Sanchéz Cotán, Velázquez incorpora del paisaje y la fábula pagana y
el género histórico.
- Tres son los focos artísticos: Valencia,
Sevilla y Madrid.
Ahora veamos las principales corrientes y autores:
La corriente naturalista: Ribera y
Zurbarán.
Durante el reinado de Felipe III
subsistían todavía las últimas influencias del manierismo italiano. Los pintores se reunían en torno al
monasterio del Escorial pero poco a poco se fue dejando sentir la influencia de
Caravaggio en lo que ha venido a llamarse la escuela tenebrista española. La figura más destacada del momento es
Francisco Ribalta (1564-1628). Es
probable que su aprendizaje se realizara junto a Navarrete el Mudo, en el Monasterio del Escorial y donde
conociera las obras de los pintores italianos en las colecciones reales, quizás
viajara a Italia entre 1616 y 1620 y que conociera directamente las obras de
Caravaggio y sus seguidores. Lo
más interesante de su colección es el tratamiento de los temas místicos, donde
el tenebrismo suele ser ostensible, además del brillante colorido y de la
seguridad en el dibujo, entre su
obras destacan Cristo abrazando a
S. Bernardo (1627-28), San Francisco abrazado al Crucificado (1620) como en
Visión de San Francisco (1620).
José de Ribera (1591-1662)
A mediados del siglo XVII, Felipe IV y su
valido, el Conde-duque de Olivares, convirtieron la corte en el principal
centro artístico de la Península. El mejor exponente de la corriente tenebrista
española fue José de Ribera, nacido en Játiva (Valencia) Establecido en Italia
desde1611, recibió el apodo de “Il Spagnoleto”, nunca más volvería a España,
instalándose definitivamente en Nápoles en 1616. Quizá pudo haber trabajado en
el taller valenciano de Ribalta, donde se inicia en el tenebrismo. El naturalismo temático de Ribera se
centra en la pintura de personajes ancianos, mendigos, santos, figura 37; pero
siempre pintados con una gran dignidad, sin exacerbar el sentido cruel o morboso,
desmostrando un perfecto dominio de lo anatómico como en El Martirio de San
Bartolomé (1639). Algunos estudiosos han notado en Ribera un afán constante de
representar la ruina del cutis humano.
Aparecería como el pintor de las frentes arrugadas, los dedos ásperos,
los muslos delgados que permiten la visión de los huesos como ocurre en el San Andrés, figura 36. En su repertorio figuraron también,
protagonistas femeninos que destacan por su encanto, la Virgen en la Inmaculada
(1635), el triunfo de María Magdalena (1636), y algunas santas como Santa Inés
(1641), que corresponden al periodo más crucial de su carrera artística, a partir de la década de los 40, cuando
su visión naturalista se disgrega cada vez más hacia una mayor sensualidad, el
color se vuelve más refinado y la luz más difusa, superado el tenebrismo
inicial, figura 38.
Destacó también como grabador, y
aunque sus temas más frecuentes son los religiosos, encontramos pintura de
género mitológico , Apolo y Marsias (1637), Venus y Adonis, y retratos de personajes de historia antigua como Diógenes
(1637) o más cercanos en el tiempo como el retrato ecuestre de D. Juan de
Austria (1647), a veces como retratista no tiene pudor en representar las
deformidades humanas la mujer barbuda (1631) o el Patizambo (1642).
Francisco de Zurbarán (1598-1664)
Nacido en Fuente de Cantos, se traslada a Sevilla, en 1614,
formándose en el taller de Pedro Díaz de Villanueva, un pintor de imágenes.
De este período es Santa Casilda para la que quizás utilizó un modelo escultórico, en la que
sobresale una de sus características fundamentales: la riqueza del colorido y
el uso suave del mismo.
Su obra es muy abundante, y se puede
distinguir un primer periodo en que hay una presencia del tenebrismo y del
espiritualismo ascético pasando en un segundo periodo a partir de la mitad de
siglo a las formas suaves y
delicadas propias de la escuela sevillana de ese periodo, este periodo coincide
con una crisis en la carrera artística de Zurbarán, que vió disminuir su
clientela habitual y buscó en los conventos hispanoamericanos nuevos encargos
(Convento de San Francisco de Lima y Convento de la Buena Muerte de Lima), la
crisis de Zurbarán coincide con el apogeo de Murillo.
Las obras más conocidas de Zurbarán son los
santos de las Ordenes Religiosas, figura 39. Dota a sus figuras de un gran
naturalismo y de un profundo espíritu religioso
En cuanto a las obras conventuales, se pueden
destacar tres conjuntos:
1. La serie del Convento de la Merced (desde 1628),
en el que sobresale la Visión de San Pedro Nolasco (1629) en la puede
apreciarse ese tratamiento individualizado y el tan característico modelado de los tejidos,
2. La serie de la Cartuja de
Jerez (desde1637) y
3. La serie el Monasterio de
Guadalupe (1638-1645).
Se ha hablado de Zurbarán como del pintor de
monjes, aunque los temas monacales en realidad sólo representan aproximadamente
la mitad de su producción. Sus
personajes, aún en composiciones de numerosas figuras, presentan una
característica muy específica: su aislamiento y su independencia respecto a los
demás.
El mejor período de su carrera artística, es la década
de los 30, en ella realiza Santo Tomás de Aquino (1631), que sobresale por su
realismo, la riqueza del colorido y la fuerza expresiva del rostro.
En 1634, fue llamado a la Corte para participar en la
decoración del Salón de Reinos del Buen Retiro y ahí nos dejó la Defensa de
Cádiz contra los ingleses y la serie de los Trabajos de Hercules.
Volverá a Madrid, en 1658, donde
pinta cuadros de altar y oratorio, Cristo tras la flagelación (1661), Virgen
con el niño Jesús y san Juan (1662), Inmaculada Concepción (1661), obras en las
que muestra su transformación al utilizar líricamente la luz y tratar los temas
con una suavidad inexistente en sus primeras obras.
Sus bodegones, aunque escasos fueron muy notables, sus
naturalezas muertas son una mera y simple exposición de objetos.
El pleno barroco: Velázquez. Murillo.
Diego de Silva y Velázquez (1599-1660)
En 1611, con doce años, tras un corto periodo como
aprendiz en el taller de Francisco Herrera el Viejo, ingresa en el taller de
Francisco Pacheco, con cuya hija contraerá matrimonio.
Etapa de formación (1617-1622)
A los 18 años consiguió licencia para pintar, de sus
maestros tomó los principios manieristas y academicistas además del tenebrismo.
En este periodo, caracterizado por el tratamiento naturalista, los temas preferidos son los:
· Bodegones con figuras: El aguador de Sevilla (1620), figura 41,
Vieja friendo huevos (1618)
· Retratos: Retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente (1620)
· Escenas religiosas: Cristo en casa de Marta y María, la Adoración
de los Magos (1619)
Características de este periodo son: el tenebrismo, con los fuertes
contrastes de luces y sombras, predominio de los colores terrosos, sencillez en
la composición.
Etapa de madurez (1623-1660)
Este periodo puede subdividirse a su vez, en tres, coincidiendo los hitos con sus viajes a
Italia.
1623-1631:
Velázquez viaja a la Corte, logrando su propósito de establecerse en ella, hay
un abandono de la temática religiosa y de los bodegones, para concentrase en el género retratista.
Estos retratos, tienen como características: la sencillez en la composición, el realismo, la
escasa preocupación por los fondos, la elegancia que emanan los personajes y el
estatismo, son retratos de cuerpo entero, en busto, de tres cuartos, sobresalen
diversos retratos del monarca y del Infante D. Carlos (1625-28), y los primero
retratos de bufones el de Calabacillas.
El encuentro
con Rubens, que visita Madrid,
en 1628, le orientó hacia el humanismo y
la mitología, además de animarlo a continuar
su formación en Italia, antes pintó Los Borrachos o el Triunfo de Baco
(1629), en el muestra al Baco mitológico entre campesinos andaluces, señalando
la principal característica de su pintura mitológica, la concepción burlesca e
irónica de la misma.
Desde 1629 a
1631, realiza el viaje a Italia,
donde conocerá la obra de los pintores renacentistas romanos y venecianos,
visitando además Ferrara y Nápoles, donde contacto con el pintos español
Rivera; durante este viaje realizó La Fragua de Vulcano, de género
mitológico y la Túnica de José, en
todos ellos se advierte la influencia de los pintores italianos.
1631-1648:
En este periodo se produce el apogeo del maestro, la influencia italiana hace que su dibujo haga
más suelto, sus figuras pierden rigidez, el espacio se llena de aire,
presagiando la perspectiva aérea y se colorea de grises, ocres y verdes suaves
y armónicos. La producción pictórica en esta etapa es muy abundante.
De este periodo son los cuadros religiosos: Cristo crucificado del Prado (1631), la
Coronación de la Virgen y los Eremitas, Cristo atado a la columna (1632).
Entre sus retratos:
El Conde-Duque de Olivares (1638), figura 42, Felipe IV, figura 43, el Príncipe
Baltasar Carlos (1635), (retratos ecuestres), Felipe IV, figura 45, y D.
Fernando de Austria (con traje de caza). Y los retratos de los bufones
Pablillos de Valladolid, el niño de Vallecas, el primo.
Dentro del género
histórico, pinta la Rendición de Breda o Las Lanzas (1634-35).
Además los retratos
imaginarios de los filósofos Esopo y Menipo.
1648-1660:
Velázquez realizó un segundo viaje a Italia, entre 1649 y 1651, con el encargo real
adquirir cuadros y antigüedades para las galerías reales hispanas, en este viaje realiza el
retrato de Inocencio X, el de su criado Juan Pareja y los dos cuadros del
Jardín de Villa Médicis, considerados un claro precedente de la pintura de
Corot y el impresionismo, también realizó en el viaje la Venus del Espejo, uno
de los pocos desnudos de la historia de la pintura española.
En este período, Velázquez perfecciona la
técnica, consiguiendo plasmar la
perspectiva aérea, su pincelada suelta emplea cada vez menos cantidad de
pasta pictórica, cuida la ambientación y los detalles.
Son de este período, los retratos de la Infanta
Margarita y el de la Reina Mariana de Austria.
En dos obras,
se puede resumir la aportación de Velázquez a la historia de la pintura: Las
Meninas (1656), figura 44, y las
Hilanderas o la Fábula de Aracne
(1657), figura 45.
En las Meninas,
evoca la vida cotidiana de la familia real, que aparece alrededor de la Infanta
Margarita, de sus damas de honor y de los criados enanos, en el salón en que Velázquez (que se
autorretrata en la penumbra) se
encuentra pintando a los reyes (reflejados en el espejo), al fondo en la puerta
abierta el aposentador observa la escena, el pintor obtiene la sensación de profundidad mediante la alternancia
de espacios iluminados con diferente intensidad.
En las
Hilanderas, sitúa el mito de Aracne, la habilidosa tejedora perseguida por
Atenea en el taller de tapices de Santa Bárbara, el mito va tejiéndose en las
formas de un tapiz al fondo, mientras en un primer plano las obreras trabajan,
lo real y lo mítico se funden en tonos amortiguados y templados que tienen toda
su delicadeza en el tapiz, donde se desarrolla la escena principal con los protagonistas rodeados de una
intensa luz.
Velázquez, sintetizó los estilos
del XVI y XVII, renacimiento romano y escuela veneciana, tenebrismo, barroco
flamenco y naturalismo hispano. Neoclásicos como Ingres, románticos como
Delacroix, impresionistas como Manet y Degas, fauves como Matisse, los
expresionistas alemanes, surrealistas como Dalí, sin olvidar al mismo Goya van
a ser sin duda deudores de Velázquez.
Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682)
Nació en Sevilla, donde vivió la mayor parte de
su vida, inicio su formación a los diez años, con Juan del Castillo, aunque sin duda conoció las obras
de Zurbarán y de Ribera, la influencia de estos
maestros es evidente en las obras de su juventud, además de las influencias de
la pintura flamenca y veneciana.
Es uno de los pintores que más popularidad han
alcanzado dentro y fuera de España, sin duda alguna debido a que su pintura
delicada y suave coincide con el gusto imperante en toda Europa en el S. XVIII.
Murillo, no pintará santos ascetas y viriles, su pintura se acerca más a lo
familiar, al intimismo.
En sus primeras obras queda de
manifiestos su formación realista, con predominio de tonalidad ocres y
terrosas, un tratamiento de la luz muy marcado por el tenebrismo, con modelos compactos e individualizados, serie
del convento de San Francisco (1645), su primer encargo importante; a partir de
la mitad de siglo el uso de la luz se hace más generalizado y su colorido se
enriquece, Sagrada Familia del Pajarito (1650), Adoración de los Pastores
(1655), en 1658 Murillo viaja a la Corte, entra en contacto con Velázquez y conoce
las colecciones reales, as u regreso en 1660, fundó la Academia de Dibujo,
siendo responsable de la dirección de la misma hasta noviembre de 1663, en que
fue sustituido por Valdés Leal.
Murillo se va a interesar por los
problemas atmosféricos y la captación del espacio, abandona el estatismo
anterior y ahora sus cuadros son suavemente dinámicos, sus modelos de canon más pequeño,
adquieren la suavidad, la gracia y la elegancia que caracterizan la plenitud
del pintor, serie de la Iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla (1665),
serie del convento de los Capuchinos (1665-70) y serie del Hospital de la
Caridad (1670-74).
Son numerosas las
representaciones de temas marianos, las Inmaculadas son una de sus creaciones
más afortunadas, envuelve a María en un manto azul, que cubre parte del hábito
blanco, rodeándola de ángeles, Inmaculada de Soult (1676-78).
Refleja en sus pinturas
religiosas, la religiosidad intimista, amable y sentimental el Buen Pastor
(1665), San Juan Bautista niño (1665).
Sin embargo en su pintura de
niños de carácter totalmente profano , presenta una interpretación amable de realidades más bien
crueles, plasmando la vitalidad
del mundo picaresco, figura 46, con un incomparable virtuosismo técnico, Niño
pordiosero (1650), Niños comiendo melón (1650)
Juan Valdés Leal (1622-1690)
Es un pintor de temperamento opuesto a Murillo,
inclinado más a lo violento y exagerado, gran colorista y fácil en el dibujo,
destaca sobre todo por la serie que realizó entre 1671 y 1672 para el Hospital
de la Caridad, en la que culmina el barroquismo, representando la vanidad de
las cosas terrenas, siguiendo un sentimiento moralizante al recordar al
espectador su último fin, presentando
féretros abiertos, cadáveres putrefactos (Finis
gloraie mundi), figura 47, y la muerte dominando los arrobados atributos de
la gloria mundana (In ictu oculi).