El Museo del Prado celebra los nuevos hallazgos sobre la obra temprana del valenciano José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652). en la muestra, El joven Ribera, donde se reúnen por primera vez algunas obras primerizas del artista. La exposición se inaugurá el 5 de abril y exhibe 32 obras, entre las cuales destacan La negación de San Pedro o La resurrección de Lázaro, adquirida por el Prado en 2002, y obra clave en la reconstrucción de la actividad pictórica de Ribera, uno de los máximos exponentes en el desarrollo y difusión del arte de Caravaggio.
Muchas de las obras que se exhiben han sido recientemente atribuidas al pintor valenciano, poniendo fin a siglos de dudosas atribuciones a pintores existentes o inexistentes. La importancia de Ribera, conocido como el Espagnoleto, en la difusión del tenebrismo en la España del s. XVII es incuestionable. Su apuesta por hombres y mujeres reales, de carne y hueso, procedentes del mundo popular, suponen un revulsivo en el amanerado ambiente de la pintura manierista de finales del s. XVI. La crudeza de sus imágenes y la potencia expresiva de sus figuras, desprovistas de la retórica clasicista, son un elocuente relato de la nueva sensibilidad religiosa del catolicismo contrarreformista. Son sencillas y, en ocasiones, tremebundas, pero siempre sinceras. La fealdad, la pobreza, la vejez, el sufrimiento, son sólo aspectos derivados de la necesidad de representar con extrema honestidad el tema piadoso. El pueblo se verá mejor reflejado en estos mártires y santos, en estos apóstoles, que resultarían más cercanos por su aspecto rudimentario a los hombres rudos y mujeres sencillas que buscaban el consuelo en el interior de las iglesias, a la luz de las velas. Todavia hoy nos conmueve el elocuente silencio de estas rotundas imágenes que emergen de las tinieblas del lienzo como una llamarada de luz y de color. La exposición servirá pues para constatar, una vez más, que Ribera es digno de figurar, con todos los honores, al lado del genial Caravaggio.
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