En los últimos años del s. XIX el impresionismo se había convertido casi en un nuevo "academicismo". Muchos pintores, que se habían formado en esta corriente, exploraran formas más personales de expresión. Desde el impresionismo radical del llamado puntillismo o divisionismo, hasta las personales explosiones cromáticas de Van gogh, tan vinculadas con sus estados de ánimo y crisis personales, todos ellos abrirán caminos que, más adelante, serán transitados por artistas aún más rupturistas. Las vanguardias artísticas de principios del s. XX nacen de esta irreductible voluntad de crear libremente, sin servidumbres o ataduras del pasado. El arte, por fin liberado, y los artistas, ahora elevados a la categoría de genios creadores, entrarán de lleno en los circuitos económicos del mercado. Galeristas y Museos, además de coleccionistas privados, serán los nuevos mecenas del artista; pero esta vez el proceso se ha invertido: el artista crea, en la soledad de su mundo personal, unas obras que después otros comprarán seducidos por su magia o, con fines algo más prosaicos, con la convicción de que atesoraban un objeto valioso que el tiempo revalorizará.
EL POSTIMPRESIONISMO, UNA EXPLICACIÓN
El impresionismo con su afán por captar la luz
del natural había ido disolviendo las formas en su ambiente y todos los
elementos del cuadro habían ido perdiendo volumen, dibujo y sentido del
espacio. En los últimos años del XIX y principios del XX nos encontramos con
unos pintores que partiendo del impresionismo derivan hacia una pintura
personal que anuncian algunos de los movimientos pictóricos más importantes del
siglo XX. El postimpresionismo supone
entre otras cosas una recuperación de la importancia del dibujo y de la
preocupación por captar no solo la luz sino también la expresividad de las
cosas y de las personas iluminadas. Dos pintores de biografía trágica, TOULOUSE- LAUTREC y VAN GOGH, presiden esta
etapa. Frente a MONET, que decía que debía haber nacido ciego y de repente
adquirir la visión para poder plasmar de forma pura la luz, sin vinculación a
ninguna forma, en las obras postimpresionistas se acomete el análisis de
aquello sobre lo que la luz incide.
Toulouse-Lautrec nace en
Albi, y es descendiente de los condes de Toulouse. Una fractura de niño en una
caída impide el crecimiento de sus piernas. En el alcohol y en la bohemia
parisina intenta olvidar su tragedia. Su cobijo es Montmartre, El Moulin
Rouge y El Moulin de la Galette, cabarets donde toma apuntes de las
bailarinas y los tipos singulares. Los trazos rotos, nerviosos, especie de
síncopas, de abreviaciones inestables de las formas, se combinan con toques
coloreados aprendidos en SEURAT, planos cromáticos tomados de las estampas
japonesas y sobre todo líneas dinámicas y posiciones instantáneas estudiadas en
DEGAS. A los 40 muere, tras un periodo en el que eleva al cartel a la categoría de obra de arte. En sus obras refleja el ambiente de los salones nocturnos: bailarinas, cantantes y
prostitutas son sus modelos. En su técnica el dibujo, la captación del
movimiento y la carga irónica y caricaturesca es esencial.
El holandés Van Gogh llega a París en 1886, aprende la técnica impresionista, y
en febrero de 1888 se establece en Arlés. Plenamente entusiasmado con la luz de
la Provenza pinta paisajes y figuras de
formas serpenteantes, flamígeras, que traducen su fuego interior. Los
cipreses flameantes, los suelos que parecen estremecidos por terremotos, los
edificios de líneas retorcidas, constituyen los temas preferidos de su extensa
obra, y en sus convulsiones transparenta su turbación de enajenado. Es
un apasionado del color como
vehículo para expresar las frecuentes depresiones y angustias que padeció. Su
pincelada es muy característica, sinuosa, cursiva y espesa; los colores son a
veces agresivos con contrastes no frecuentes- amarillo sobre naranja-. Abre las
puertas al expresionismo del XX. Sus obras más representativas son: Autorretrato, Noche estrellada, La siembra .etc.
En Auvers - sur- Oise pinta sus últimas
obras maestras. El 27 de julio de 1890, cuando solo tenía 37 años, se suicida
con un disparo de revólver, en un lamentable ataque de locura. Algunos
fundamentos de la pintura del siglo XX se encuentran apuntados en la obra del
genio holandés.
Paul Gauguin se inicia en el
impresionismo con PISSARRO; deja una vida confortable y a su mujer e hijos y se
instala pobremente en París y Bretaña; durante algún tiempo convive con VAN
GOGH en Arlés; finalmente se traslada en 1891 a Tahití, donde pinta sus series
de mujeres tahitianas; es la suya una biografía de renuncias para consagrarse
de manera plena a su vocación artística. La luz pierde en GAUGUIN su centro
absoluto en aras de una exaltación del
color, principio en que se basa dos años después el fauvismo. La
fascinación de sus cuadros radica en la calma de las zonas anchas de colores,
como si realizara vidrieras, y en sus figuras grandes, contorneadas de manera
nítida, cual tallas de madera. Al mismo tiempo renuncia a la perspectiva,
suprime el moldeado y las sombras e identifica la sensación de plano igual que
en las pinturas japonesas. Así se unen lo que ve y lo que imagina y adquiere el
color una intensidad poética excepcional.
Más revolucionario todavía es el arte de Cézanne , en el que se inspiran
los grandes maestros del siglo XX. El pintor de Aix - en - Provence no vio
reconocido en vida su genio; a partir de 1885, hasta su muerte, vive retirado
en la provenza, solitario y desconocido, meditando en las relaciones entre la forma y el color. Superando la representación
visual de sus compañeros de las primeras exposiciones impresionistas, CÉZANNE busca en la naturaleza las formas
esenciales, que para él son las figuras geométricas, el prisma, la esfera,
la pirámide y en consecuencia procede a la cristalización de lo que contempla.
En sus paisajes destaca la silueta de los árboles, concebidos como cilindros,
de sus casas, cuya geometría arquitectónica resalta mediante el ensamblaje de
series de planos, de los caminos con cercas de contornos enérgicos; esta
geometrización llega a su grado de máxima racionalidad en La montaña de Santa Victoria. El mismo propósito de subrayar la
forma mediante el color, en vez de diluirla como los primeros impresionistas,
se detecta en los frutos de sus Naturalezas muertas y en sus cuadros con
figuras como Los jugadores de cartas. Un arte tan puro exigía de su creador una
entrega apasionada. Su pintura es el punto de arranque del cubismo y ha
influido en coloristas como Matisse (Fauvismo). Los jugadores de
cartas, la montaña de Santa Vitoria, son algunas de sus obras más
representativas.
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