“
En verdad, que lo menos provechoso para un creyente y lo que devora su riqueza, es construir” (Mahoma)
En este pasaje del Corán, Mahoma no estaba expresando un rechazo personal a la arquitectura, sino la incomprensión que toda cultura nómada manifestaba ante ella.
Cuando eran nómadas, los árabes vivían en jaimas, unas tiendas hechas de pieles de camello que montaban y desmontaban cada día en el curso de sus viajes por el desierto. Este sistema de habitación quedó fuertemente anclado en la mentalidad islámica incluso después de varios siglos de vida sedentaria, lo que se tradujo en un concepto arquitectónico en el que la economía de medios y la rapidez de construcción resultaban más importantes que la monumentalidad.
La
arquitectura islámica recoge, sintetiza y difunde los procedimientos ancestrales de construcción, tanto en estructuras como en técnicas y materiales. El punto de partida es, pues, el creciente fértil, donde había tenido su origen una cultura arquitectónica basada en la explotación de las posibilidades técnicas de
materiales deleznables, fundamentalmente del barro. Los muros y las bóvedas de adobe permitían también crear interiores frescos en regiones que, como en las que nació y se difundió el Islam, tienen un clima caluroso. La funcionalidad de la obra es decir, la adecuación de materiales y formas a las necesidades inmediatas, constituyó el criterio rector de toda la arquitectura islámica.
El mismo sentido tiene la elección de materiales constructivos donde, en contraste con la tradición occidental de sillería de piedra, se advierte una preferencia por los materiales deleznables (
madera, barro y yeso) más baratos y que permiten una construcción más rápida. El valor genuino del arte islámico consiste en su capacidad de
conseguir el efecto de riqueza y monumentalidad simplemente a través de la manipulación de estos materiales. El
muro se reviste con
materiales duros e impermeables, como la
cerámica vidriada o el estuco, para preservarlo del roce y de la humedad y evitar así su ruina.
Este sistema de enmascaramiento de estructuras hay que considerarlo otra pervivencia más de las tradiciones beduinas, relacionada con
el recuerdo de los tapices y las alfombras con las que decoraban sus jaimas. Las telas ricamente decoradas, las joyas y los cofres en los que se guardaban, constituían la parte más significativa del mobiliario de la vida nómada y el símbolo del poder. Por ello, el sistema decorativo de los paramentos arquitectónicos adoptó los motivos y los esquemas compositivos de la decoración textil, produciendo el efecto de tapices colgados. (…)
El repertorio de técnicas artísticas conoció en el mundo islámico un desarrollo muy importante gracias al
contacto con pueblos que, como el chino, el persa o el bizantino, tenían unas tradiciones artesanales muy ricas. La técnica de la cerámica vidriada desarrolló fórmulas tan sofisticadas como a de reflejos dorados o la del alicatado, un sistema de revestimiento del muro que sustituye al mosaico y en el que piezas de formas y colores diferentes encajan entre sí como un rompecabezas, formando diseños geométricos. Estos mismos diseños geométricos los encontramos proyectados en las
obras de ataujería (los artesonados de madera, que constituyeron uno de los sistemas de cubiertas más utilizados del mundo hispanomusulmán) o de damasquinado (la técnica que consiste en decorar objetos de bronce o de hierro embutiendo en ellos hilos de metales preciosos).
La razón de que, en general, el arte islámico sea anicónico, hay que buscarla en las tradiciones beduinas, en las que la vida nómada hace inviable el desarrollo de actividades artísticas como la escultura o la pintura mural. En la cultura beduina la imagen estaba en la poesía y en los cuentos que se trasmitían de padres a hijos por tradición oral. Imágenes que representaban las coordenadas y los valores de la vida del desierto, un universo mineral y abstracto donde el agua, las estrellas y las piedras preciosas son sus constantes referentes poéticos.
LA ARQUITECTURA.
La arquitectura islámica es un
síntesis de elementos bizantinos, cristianos, coptos, etc. La carencia, en un principio de un estilo propio, hace que
se dejen influir intensamente por los
estilos de los pueblos conquistados. La amplitud geográfica del imperio explicará la variedad de formas y soluciones que ellos acabarán
sistematizando y universalizando.
Podemos destacar los siguientes
rasgos:
Þ La altura de los edificios suele ser escasa, siendo una constante la
armonía e integración del edificio en el paisaje circundante. Los orígenes geográficos del islam y el sentido religioso de su arte condicionan este factor: el desierto impone la
horizontalidad y el primitivo nomadismo de los beduinos árabes, la preferencia por edificios de escasa envergadura (jaimas que se montan y transportan con suma facilidad).
Þ El
edificio más importante es la mezquita, centro de reunión y oración de la comunidad de creyentes (Umma). También se construyen palacios, mausoleos, medersas, etc.
Þ Los
materiales que se usan con mayor frecuencia son el ladrillo o el mampuesto, el yeso, la madera y, en menor medida, la piedra por sus mayores exigencias técnicas y constructivas.
Þ La arquitectura no muestra un gran interés por los problemas constructivos; los edificios suelen inscribirse en
volúmenes cúbicos en los que destacan las semiesferas de sus cúpulas y las altas torres o minaretes de sus mezquitas.
Þ la
columna y el pilar mantienen su función como soporte, pero dada la ligereza de las techumbres de madera, generalmente son delgadas.
Þ Utilizan una
gran variedad de cubiertas abovedadas: cúpulas, bóvedas de crucería, gallonadas, caladas, etc.
Þ Del arte visigótico español toman el
arco de herradura que, más tarde, se extenderá por todo el mundo islámico.
Otras variedades con un marcado carácter decorativo son: arcos polilobulados, de herradura apuntados, etc. También es característica la
dicromía de las dovelas.
Þ Destaca su profundo gusto por la
decoración interior que, con frecuencia, no se talla en la piedra misma, sino en placas de piedra de escaso grosor o de yeso, que se aplican después sobre el muro. El
gusto por la policromía hace que las formas decorativas de los tableros de yeso se realcen con vivos colores y que se conceda un papel muy importante a la cerámica vidriada. La madera es también un elemento valioso, enriquecida con temas menudos y delicados.
Þ La
decoración musulmana es de tipo anicónica y antinaturalista. Salvo en algunas escuelas, se excluyen los temas animados (antropomórficos y zoomórficos), reduciéndose a los de carácter vegetal (ataurique) y geométrico (lacería). Predomina, pues, el
aniconismo y la abstracción. La decoración de tipo vegetal se denomina ataurique; la de carácter geométrico, de lazo o lacería; la de
caligrafía, cúfica o nasjí. El
arabesco pasa por ser la máxima expresión de la calidad abstracta de la decoración musulmana.
Þ La
decoración islámica, contra el efecto de fantasía desbordante que sus temas menudos y numerosos producen en un primer momento, es hija del placer por la
reiteración, y no de un deseo de variedad. Se trata de series que se repiten una y otra vez (como las suras del Corán) creando una sensación de infinitud.
Las artes plásticas condicionadas por su carácter anicónico-religioso, no alcanzan un gran desarrollo, salvo en la iluminación de libros científicos y, sobre todo, en la cerámica y los alicatados.
EL ARTE ISLÁMICO: LA ARQUITECTURA.
LA MEZQUITA
El monumento capital es la mezquita (
MASYID), lugar de oración para la comunidad musulmana (Umma), que tiene escasas exigencias arquitectónicas. En realidad, basta con un espacio de terreno libre de impurezas, incluso sin cubierta alguna, donde el musulmán ora en dirección a La Meca. Pero las primeras mezquitas de Siria no tardan en crear un tipo monumental de planta rectangular, donde, a sus orígenes en la casa de Mahoma en Medina, se pueden añadir el eco de las basílicas paleocristianas.
Su
estructura es, con frecuencia, como sigue:
· El
patio o SAHN, a cielo descubierto, rodeado de una arquería o un muro y con una
fuente o
SABIL para las abluciones rituales que preceden a la oración, que suele estar cubierta con un templete. En uno de sus lados se sitúa
la torre AL-MINAR Ó MINARETE, que puede tener diversas plantas (cuadrada, octogonal, etc.), desde donde el almuédano llama a la oración. El patio precede a la
Sala de oración, dividida en numerosas naves o
HARAM, orientadas perpendicularmente hacia
el muro o QUIBLA, que da frente al este,
en dirección a La Meca. En este muro se abre
un nicho generalmente en el eje central, o MIHRAB, que es el lugar santo de la mezquita y suele estar profusamente decorado. Su origen puede estar en los ábsides paleocristianos o bizantinos. Ante el mihrab se sitúa la
MAXURA, un recinto generalmente cercado por estar dedicado al califa o al imán; junto a la maxura se suele situar un
púlpito o MIMBAR, desde el que se lanzan sermones a los fieles.
· En época abasida se suelen añadir unas salas abovedadas, cerradas en tres de sus cuatro lados, llamadas
IWAN.